«Pase sin llamar»

Como los cartelitos que ponen en algunas oficinas, te invito a recorrer el blog con toda libertad y a conocerme a través de mis reflexiones cotidianas a la luz de las enseñanzas de la Fe Bahá'í. ¿Tenés un ratito? Vení a relajarte y a leerme, café de por medio. Estaré esperando tus comentarios y reflexiones para conocernos un poco más.
La idea es que en el acto de compartir la luz propia a través de nuestras palabras y convicciones, nos enriquezcamos mutuamente y podamos brillar como verdaderos soles en el mundo de la creación.
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martes, 26 de febrero de 2008

De Arequipa, Una Mujer y El Poder De La Fe

Hoy me pasó algo lindo. Gracias a internet pude contactarme con mi amiga Elizabeth después de muchos años.

Elizabeth y yo nos conocimos en mi paso por Arequipa, la "ciudad blanca" que me dejó hechizado por su belleza y por el olor del sillar, que la envuelve y la impregna y la devora hasta volverlo inolvidable. Este olor, surgido de lava volcánica calcinada hace cientos de años, se mete en todos los espacios de Arequipa, en sus calles, en sus palacios, en sus plazas, y se vuelve uno con la ciudad, como el olor de los cafecitos que inundan Buenos Aires, o como el olor de fruta fresca que impregna a Cali.

La primera vez que estuve en Arequipa, llegué solo a la ciudad para unirme a unos amigos que viajaban por varios países. Allí conocí a Elizabeth: la tez blanca de los jazmines, la fronda de sus cabellos, como margaritas del campo dueñas de sí mismas, la voz de nena y la piel de cielo y rosas. Estaba en la universidad y era amiga de mi amiga Sandra, así que por ella nos conocimos, en medio de festejos, fotos y paseos. Me parece que fue hace poquito, unos meses nomás, cuando Elizabeth, Sandra, yo, todos, nos reíamos por las calles de Arequipa y el tiempo se detenía para darnos chances de disfrutar el momento. Pero no pasó recién, fue hace años.

Anoche, mientras creaba el primer blog de mi vida, llegué de una manera totalmente azarosa a un mensaje de Elizabeth en un sitio desconocido y de nombre raro. Ella buscaba al amigo perdido, pero él la encontró a ella, y los recuerdos lo encontraron a él.

Lo más curioso de esto es que hace varios días estuve pensando en Elizabeth, y preguntándome qué sería de su vida. Es llamativo que ambos estemos pensando el uno en el otro casi al mismo tiempo, cuando, aparentemente, no hay nada lógico que nos induzca a ello. Llamativo, pero perfectamente posible. Y lógico.

Hay un por qué en todo esto, y es fácil entenderlo una vez que tomamos conciencia de lo que verdaderamente somos los seres humanos. La física cuántica afirma que todo está hecho de energía y que, en cierto nivel, no existe lo material, lo sólido, sino que todo este universo -nosotros, las cosas, la tierra, todo- es pura energía aglutinada y en constante movimiento. En este sentido, es fácil entender que la energía liberada por Elizabeth en su deseo de encontrarme se conectó con la mía y simplemente nos encontramos, porque ambos formamos parte de este todo que es el universo y somos uno con él. Una explicación simplista, podrían decir algunos, pero, cuidado, no confundamos lo simplista con lo simple y lógico. Esta liberación de energía para atraer lo que se desea concuerda con otras experiencias que tuve en mi vida, en las que, animado a lograr algo, lo imaginaba con tanta fuerza y convicción que terminaba ocurriendo. Esto nos ocurre a todos, no solo a mí, y es algo grandioso y sencillo a la vez. Se llama fe.

Dice Bahá'u'lláh que la fe es "conocimiento puesto en acción". Si creemos firmemente en algo, aún cuando ese algo no esté manifiesto en este mundo contingente, y si actuamos en consecuencia, es decir, como actuaríamos si ya tuviéramos/fuéramos/hiciéramos aquello en lo que creemos, entonces ese algo se manifiesta en el mundo contingente, atraído por la energía liberada al universo.

Los últimos experimentos científicos indican que el cerebro no distingue entre lo que se vive y lo que se imagina, y registra ambas acciones como una misma experiencia. Este descubrimiento nuevo sigue, efectivamente, la definición de fe que Bahá'u'lláh ya ha dado hace más de cien años: cuando actuamos como si lo que deseamos ya se hubiera dado, estamos instruyendo al cerebro para que busque los medios necesarios para vivenciar en el mundo contingente lo que ya vivimos en el mundo ideal. Sorprendente, ¿no? Una prueba más de que ciencia y religión se dan la mano, no la espalda.

Si virtualmente los seres humanos podemos lograr cualquier cosa en la que tengamos fe, entonces tenemos la obligación moral de creer en (esto es, actuar con) principios elevados que lleven a la humanidad a la manifestación de sus mejores potenciales. Podemos empezar de a poco, como Elizabeth, la mujer hecha de flores, que solo se propuso encontrarme a mí y, a cambio, trajo alegría a este blog y me llenó el corazón de felicidad, lo que, en mi vida, es mucho.

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