«Pase sin llamar»

Como los cartelitos que ponen en algunas oficinas, te invito a recorrer el blog con toda libertad y a conocerme a través de mis reflexiones cotidianas a la luz de las enseñanzas de la Fe Bahá'í. ¿Tenés un ratito? Vení a relajarte y a leerme, café de por medio. Estaré esperando tus comentarios y reflexiones para conocernos un poco más.
La idea es que en el acto de compartir la luz propia a través de nuestras palabras y convicciones, nos enriquezcamos mutuamente y podamos brillar como verdaderos soles en el mundo de la creación.
¡Bienvenid@!
mon blog

miércoles, 12 de marzo de 2008

00:00:01

Anoche pasé un rato muy agradable con un nuevo amigo, y entre pizzas y gaseosa, hablamos de muchas cosas. Uno de los temas que tocamos fue la religión y la experiencia que este amigo tuvo con una en particular. La charla, por demás rica e iluminadora, me hizo pensar luego en la relación que hay entre ciencia y religión.

Tradicionalmente, se ha concebido a la ciencia y la religión como dos elementos escindidos y hasta enfrentados. Esta supuesta división, considerada durante muchas generaciones como una verdad establecida, desde hace varios años está siendo cuestionada y, gracias a Dios, superada, al revisar la historia de Occidente con nuevos ojos.

Durante la Edad Media, la Iglesia concentró el conocimiento, lo que le permitió erigirse como fuente de la verdad y, por tanto, como fuente de guía social. Cualquier problema era estudiado a la luz de las enseñanzas dejadas por Aristóteles y la Biblia. Por supuesto, las coyunturas surgidas en la Edad Media generaban problemas y cuestionamientos que ni Aristóteles ni la Biblia los habían considerado, algo comprensible si se toma en cuenta que tanto el libro sagrado como las enseñanzas del filósofo habían aparecido varios siglos atrás y para culturas diferentes a las de la Europa medieval.

Pero el monopolio de la verdad que ostentaba la Iglesia en la Edad Media la llevó a cometer varios excesos que quedaron registrados en la historia de la humanidad. La venta de perdones por adelantado, el mantenimiento de grandes masas en el analfabetismo y la ignorancia, el abuso de poder, la violencia y crueldad del Santo Oficio -el brazo más cruel que ha tenido el catolicismo- entre otros excesos, unidos a la invención de la imprenta y a un nuevo despertar espiritual que se manifestó en las artes y las ciencias, fueron factores importantes que determinaron el alejamiento de la religión, considerada ahora una fuente de dogmas y creencias ingenuas, y el consecuente acercamiento a la ciencia, que comenzaba a florecer y a manifestarse en diversos campos.

Con el paso de los años, la ciencia fue ganando toda la confianza que la religión perdía, acreditándose el sello de ser la verdadera fuente de conocimiento y progreso. No tardó la ciencia en mostrar sus limitaciones, pues había terrenos de la vida humana en los que los instrumentos científicos eran insuficientes e inútiles. Optó entonces por desdeñar y marginar estos aspectos que reclamaban atención. La ciencia podía explicar el origen fisiológico de una lágrima, pero no la realidad del amor o de la pena; podía determinar causas y modos de un deceso, pero no qué pasaba con la vida después de la muerte, podía describir leyes de convivencia, pero no la realidad espiritual del hombre.

Así, la humanidad osciló entre un extremo y otro, en busca del progreso. No puede decirse, sin embargo, que fueron éstos años perdidos. Los tropiezos que hemos tenido como humanidad, los errores que hemos cometido han sido pasos dados durante la etapa de adolescencia colectiva. La humanidad está dándose cuenta de que pendular entre un extremo y otro no es el camino que llevará al progreso. Más bien, cada vez son más las personas que participan en este nuevo despertar de la conciencia y pueden ver que la ciencia y la religión son las dos fuentes de conocimiento y progreso, ambas legítimas y complementarias, con que cuenta la humanidad. Este nuevo despertar está marcando la entrada del conjunto humano en su etapa de madurez colectiva.

Comienza una nueva hora para la humanidad y es responsabilidad de cada uno preguntarse de qué lado está: si se ha de permanecer y morir en los últimos minutos del pasado o si se ha de entrar a la nueva hora, al nuevo Día de la madurez humana desde su primer minuto. Y en este asunto no hay tiempo que perder. La hora cero ya ha comenzado.

No hay comentarios:

blog musique