«Pase sin llamar»

Como los cartelitos que ponen en algunas oficinas, te invito a recorrer el blog con toda libertad y a conocerme a través de mis reflexiones cotidianas a la luz de las enseñanzas de la Fe Bahá'í. ¿Tenés un ratito? Vení a relajarte y a leerme, café de por medio. Estaré esperando tus comentarios y reflexiones para conocernos un poco más.
La idea es que en el acto de compartir la luz propia a través de nuestras palabras y convicciones, nos enriquezcamos mutuamente y podamos brillar como verdaderos soles en el mundo de la creación.
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viernes, 23 de diciembre de 2011

Los Tres Árboles



LOS TRES ÁRBOLES

Érase una vez en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles, juntos y pensando sobre lo que querían llegar a ser cuando fueran grandes.

El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo: “Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. ¡Yo seré el baúl de tesoros más hermoso del mundo!”

El segundo arbolito miró un pequeño arroyo realizando su camino al océano y dijo: “Yo quiero viajar a través de aguas temibles y llevar reyes poderosos sobre mí. ¡Yo seré el barco más imponente del mundo!”

El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba debajo de la montaña y vio hombres y mujeres trabajando en un pueblo trabajador. “Yo no quiero irme nunca de la cima de la montaña. Yo quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se pare a mirarme, ellos levanten su mirada al cielo y piensen en Dios. ¡Yo seré el árbol más alto del mundo!”

Los años pasaron. Llovió, brillo el sol, y los pequeños árboles crecieron alto. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo: “¡Qué árbol tan hermoso es este!” Y con la arremetida de su hacha brillante el primer árbol cayó. “Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, ¡habré de contener tesoros maravillosos!”, dijo el primer árbol.

El segundo leñador miró al segundo árbol y dijo: “Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mí.” Y con la arremetida de su hacha brillante, el segundo árbol cayó. “Ahora habré de navegar aguas temibles”, pensó el segundo árbol, “¡Habré de ser un barco imponente para reyes temidos y poderosos!”

El tercer árbol sintió su corazón sufrir cuando el último leñador lo miró. El árbol se paró derecho y alto y apuntando ferozmente al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba y dijo: “Cualquier árbol es bueno para mí.” Y con la arremetida de su hacha brillante, el tercer árbol cayó.

El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una carpintería. Pero el carpintero lo convirtió en una caja de alimento para animales de granja. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro ni llenado con tesoros, sino que fue cubierto con polvo de cortadora y llenado con alimento para animales de granja hambrientos.

El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero, pero ningún barco imponente fue construido ese día. En lugar de eso, aquel árbol fuerte fue cortado y convertido en un simple bote de pesca: era demasiado chico y débil para navegar en el océano –ni siquiera en un río–, y fue llevado a un pequeño lago.

El tercer árbol estaba confundido cuando el leñador lo cortó para hacer tablas fuertes y lo abandonó en un almacén de madera. “Qué estará pasando”, fue lo que se preguntó el árbol. “yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña y apuntar a Dios...”

Muchísimos días y noches pasaron. A los tres árboles ya casi se les habían olvidado sus sueños. Pero una noche, una luz de estrella dorada alumbró al primer árbol cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en la caja de alimento. “Yo quisiera haberle podido hacer una cuna al bebé”, le dijo su esposo a la mujer. La madre le apretó la mano a su esposo y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba la madera suave y fuerte de la cuna. La mujer le dijo: “Este pesebre es hermoso.” Y de repente, el primer árbol supo que contenía el tesoro más grande del mundo.

Una tarde, un viajero cansado y sus amigos se subieron al viejo bote de pesca. El viajero se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente hacia adentro del lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta llegó al lago. El pequeño árbol se llenó de temor; él sabía que no tenía la fuerza para llevar a todos esos pasajeros a la orilla a salvo con ese viento y esa lluvia. El hombre cansado se levantó, se puso de pie y, alzando su mano, dijo: “Calma.” La tormenta se detuvo tan rápido como comenzó. Y de repente el segundo árbol supo que él llevaba navegando al Rey del Cielo y de la Tierra.

Un viernes en la mañana, el tercer árbol se extrañó cuando sus tablas fueron tomadas de aquel olvidado almacén de madera. Se asustó al ser llevado a través de una impresionante multitud de personas enojadas. Se llenó de temor cuando unos soldados clavaron las manos de un hombre en su madera. Se sintió feo, áspero y cruel. Pero un domingo por la mañana, cuando el sol brilló y la tierra tembló con júbilo debajo de su madera, el tercer árbol supo que EL AMOR DE DIOS HABÍA CAMBIADO TODO. Esto hizo que el árbol se sintiera fuerte, pues cada vez que la gente pensara en el tercer árbol, pensaría en Dios. Eso era mucho mejor que ser el árbol más alto del mundo.

La próxima vez que te sientas deprimido porque no conseguiste lo que tú querías, sólo siéntete firme y sé feliz porque Dios está pensando en algo mejor para darte.

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