«Pase sin llamar»

Como los cartelitos que ponen en algunas oficinas, te invito a recorrer el blog con toda libertad y a conocerme a través de mis reflexiones cotidianas a la luz de las enseñanzas de la Fe Bahá'í. ¿Tenés un ratito? Vení a relajarte y a leerme, café de por medio. Estaré esperando tus comentarios y reflexiones para conocernos un poco más.
La idea es que en el acto de compartir la luz propia a través de nuestras palabras y convicciones, nos enriquezcamos mutuamente y podamos brillar como verdaderos soles en el mundo de la creación.
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viernes, 16 de diciembre de 2011

Quien Te Quiere Te Valora y Te Respeta

Está claro: la persona que te quiere, te valora y te respeta.

Anoche, una conversación corta y desafortunada me dejó de mal humor porque me hizo pensar en todas esas veces que yo cedí frente a un amigo que me dio varios NO muy contundentes a cambio. Siempre sentí que este amigo y yo éramos cercanos y estábamos unidos, pero luego de esta conversación caí en la cuenta de que el profundo sentimiento de amistad que me enorgullecía no era mutuo. Y cuando eso ocurre, no hay amistad, solo dependencia de uno hacia otro. Dolor, bronca e impotencia me revolvieron el estómago, pero es así y no hay nada que yo pueda hacer al respecto, salvo desprenderme de esta relación e independizarme.

No llegué solo a esta conclusión, mi cabeza no daba para tanto en ese momento. Al verme serio y de mal humor, mi amigo Lautaro comenzó a hablarme en tono de hermano mayor y recién entonces pude ver algo importante en todo esto.

_Vos cedés porque sentís que necesitás a esa persona a tu lado, pero no es así –me dijo, casi sin dejarme terminar la frase que yo estaba armando.

Me callé y escuché. Aun sin siquiera saber de quién o quiénes yo estaba hablando, Lautaro diagnosticó la situación con bastante exactitud. Callé, escuché y pensé. Finalmente, Superman, como le digo yo, cerró el tema con una conclusión corta y definitoria que me aclaró las cosas:

_Quien te usa no te quiere, Emma, pero vos tampoco los necesitás.

Luego me habló de lo buena gente y buen amigo que soy y, acto seguido, nos pusimos a jugar y me agarró a patadas. Yo terminé con el cuerpo molido a golpes –él, enorme y Superman como es, quedó intacto.

Para cuando llegué a casa, tarde ya, sentí que tenía la mente más clara y en el pecho, la sensación de que comenzaba a desprenderme…




Jorge Bucay lo explica con un cuento.

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